El estigma: milagro de la espina.
Un Viernes Santo, luego de rezar el Vía Crucis, en compañía de otros fieles, Rita, conmovida más que ningún otro, se sintió arrebatar por un vehemente deseo de participar de algún modo de los tormentos de Cristo.
Retirada a su celda y echada a los pies de un Crucifijo, que hoy se conserva en el oratorio del monasterio, comenzó a suplicarle con amargas lágrimas que le comunicase, al menos, una partecita de sus penas.
Al momento, por milagro singular, una espina de la corona de Cristo le hirió la frente de tal manera que la llaga e permaneció impresa e incurable hasta la muerte, como aún se ve en su santo cadáver.
Meditación...
¿Cuántas veces no somos capaces de acompañar a quienes sufren a causa de la injusticia o la soledad? ¿Cuántas veces decimos rezar y en realidad estamos pendientes de otras cosas de alrededor?
Santa Rita, mujer de oración, intercede por nosotros
para que sepamos escuchar a Jesús y no lo dejemos solo.
Amén.
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